El crecimiento individual y la excelencia del ser humano está profundamente relacionada con el desarrollo de las sociedades que los conforman.
Una de las habilidades que debemos desplegar para madurar como individuos y por ende, como sociedad, es aprender a vernos a nosotros mismos como protagonistas de nuestra propia vida, de manera tal, que podamos comenzar a ser dueños y artífices de nuestro propio destino.
Asumir este carácter protagonista nos contrapone con la actitud de víctimas tan común en nuestros tiempos y esa mirada tan perniciosa impide modificarnos y adquirir un desarrollo superador y auténtico.
El gran desafío es no culpar sino ser responsables de nuestras decisiones. Tener la disciplina, la paciencia y el respeto institucional para esperar el tiempo necesario de la democracia. Es en ese momento donde nuestro voto debe ser un voto pensado, analizado y fuertemente defensor de las ideas que profesamos. Es ahí, donde decidimos en qué manos políticas ponemos nuestras ideas para que puedan ser llevadas a la práctica, y de paso, damos tiempo, al que hoy cuenta con la suma del poder, conferido por las urnas, para desarrollar y poner en práctica los proyectos inherentes a materializar el modelo de país para el que fueron elegidos.