El Siglo XXI, devaluado y banal, nos trae esta suerte de "Tiempo Nuevo" para tortura de los televidentes que no encuentran en el cable, pagado rigurosamente, ningún programa de calidad que justifique su abono, salvo honrosas excepciones que no vienen al caso mencionar ahora.
Desde luego que la comparación es injusta con respecto al programa del pasado en cuanto a calidad. Aquel ciclo estaba bien hecho aunque nunca haya compartido su ideología.
El doctor, del otrora duo, hoy es una mueca de antaño simplemente por el paso del tiempo.
La avanzada edad y los achaques que ella trae, nos muestra más transparentes, más autoritarios si lo somos, más nosotros mismos y es saludable para nuestro prestigio saber retirarnos a tiempo.
El doctor conformaba un dueto amalgamado con el periodista, ya desaparecido, donde se repartían los roles de una manera equilibrada. Era un programa con propósito y peso que traspasaba la pantalla.
Esta suerte de nueva versión, donde es necesario dos, simplemente porque no les da la velocidad mental para la repregunta, cuestión muy clara en época vacacional, tiene la característica propia de las nuevas representaciones sociales.
Un mundo vacío de contenido ideológico que es reemplazado por la defensa irrestricta del poder.
Desde los tonos de sus voces, entre metálicas y lastimosas, ambos se juntan para formar una unidad de pensamiento cero.
Son una síntesis laboral, mental, superflua, a veces casi chabacana, sobre todo cuando invitan a personajes de dudosa salud mental y se muestran acoplados en repreguntas vergonzosas, propias de un melodrama de cuarta categoría, con el único fin que el invitado siga en los carrilles que la autoridad indica y para lo que fue invitado.
Este duo representativo del hombre moderno, del hombre ligth, dueños de una genuflexión asombrosa y de una chatura increíble cuentan con un programa en horario central, mientras otros profesionales e intelectuales de calidad siguen en el ostracismo.
¡Vergüenza ajena por su servilismo y subordinación!