Cuando veo al periodismo "envedettado" lamentándose por un afiche que seguramente vino de sus propias filas, no puedo evitar tener la sensación que este montaje esconde una operación política de lo más oscura. Porque es impensado escuchar a Joaquín Morales Solá hablar de un muerto. Porque es increíble que Magdalena Ruíz Guiñazú haya llevado la grabación de Hebe de Bonafini y porque fue una vergüenza verlos huir del periodismo crítico o preguntar de qué medio es el periodista.
Si todo esto no hubiera sido tristemente cierto, hubiera sido una mala parodia del periodismo. Un periodismo enaltecido por los medios que los tienen contratados, vistiendo trajes de marca y conduciendo autos último modelo, expresión esclavista del posmodernismo que en lugar de defender una Ley de Medios que permita la inclusión, palabra que evidentemente les molesta, de otros periodistas, de otro periodismo, de otras voces, eligen quedarse con ese fugaz puesto de trabajo que es un oprobio para la profesión en nombre de la profesión.
Esta camada de periodistas no va a desaparecer con la Ley de Medios Audiovisuales. Lo que va a cambiar es la relación de fuerzas y es a eso evidentemente a lo que le tienen miedo. Curiosamente los adalides de la libre expresión le tienen miedo a la expresión libre. Pero ese egoísmo de clase privilegiada los lleva a perder el único capital valioso que tiene un periodista que es su credibilidad.
Este periodismo ha rifado su credibilidad y ha permitido que el poder los compre. Buenos sueldos, lugares importantes, apoyo empresarial y seguimiento de una clase media empobrecida intelectualmente que muestra su gorilismo con los gorilas. La historia, toda vez que se desarrolló con veracidad, ha puesto a cada uno en su lugar. Y este periodismo entreguista pasará a la historia por haberle dado la espalda a su pueblo.