La crisis de representación política está en la picota y esta instancia ha llegado hoy a lugares impensados. La política con minúsculas está tan expuesta que da vergüenza ajena.
La senadora González con una suerte de proyecto mesiánico sobre inseguridad es desopilante y corrosiva.
La diputada Carrió, con esos aires de reina sin trono, provoca hilaridad. Su descollante agresividad, fundada en un permanente estado de frustración o de capricho, pasea de canal en canal, argumentando, con lenguaje diestro y entonación teatral, su intolerancia radical y su postura payasesca. En medio de un profundo odio hacia los Kirchner "Lilita", habla de los Kirchner de una forma que merecería ser tratada más en un diván de psicoanálisis que en una mesa periodística. Entrevistado y entrevistador entran en un juego lamentable donde la noción de la realidad está totalmente ausente. Este recorte, intencional y vil, es movido por intereses oscuros de los que nadie habla pero que todos conocemos.
La puesta en realidad del periodismo no existe, dejan divagar y divagan en medio de un realismo mágico, donde sus caras expresan la la tensión y la incomodidad, pero les prima el interés del bolsillo.
Cierto es que hay una sociedad tilinga que consume por gusto, "a disgusto", por necesitar tanta exposición, la carne podrida.
Estos intereses se solapan sobre una clase media, medio perdida, medio irreverente, que se encuentra acorralada en su "propio ser" porque ha llegado la hora de las definiciones.
El lugar histórico y poco frecuente de decir quiénes somos no nos da placer. Dejar en claro de qué lado estamos nos propone un lugar incómodo y muchas veces hasta políticamente incorrecto.
Abortada la idea del antagonismo “anti kirchnerista versus kirchnerista”, y quedando superada por los acontecimientos, pues ya no alcanza con esta simplificación, nos encontramos ante las grandes decisiones. Elegir entre dos proyectos, optar entre preferirnos o no preferirnos. Definir la profundización de un proyecto nacional o decidir ser para siempre funcionales a los grandes intereses que privilegian su individualismo atroz. Esta encrucijada histórica merece análisis racional y espíritu patriótico.