La naturaleza de la sociedad se va labrando con las experiencias político-económicas vividas durante los procesos evolutivos. El Hombre moldea su pensamiento en torno a lo que permite o impide que suceda a su alrededor. Somos, como en la vida individual, artífices de nuestro destino.
En la América, desde los inicios de la colonización, se produjo un holocausto de indios por pertenencia y negros por importación que sobrepasa la más osada teoría de exterminio que la humanidad haya pergreñado y de la que nadie habla, porque tanto unos como otros fueron y aún hoy son, considerados "bestias" no merecedoras de integrar estádistica alguna dentro de la raza humana.
La leyenda llega hasta nuestros días. Todavía, escuchamos en algunas reuniones, que a este país lo salvó la inmigración. Oímos que los italianos, españoles y judíos fueron los que levantaron e hicieron la patria y que con ellos, importamos la cultura del trabajo, que a nosotros nos faltaba ya que los indios y los gauchos eran vagos y no merecían la bendita tierra en la que les había tocado nacer.
Nadie habla de la muerte de estos millones de indios y negros.
Hombres , mujeres y niños debieron entregar sus vidas en jornadas laborales de 20 horas para que los europeos se llevaran la riqueza de estas tierras. Desvastadas su civilización y sus creencias, en nombre de una iglesia cristiana impiadosa, estuvieron condenados al olvido de la historia y en este destino trágico que les tocó vivir, murieron dos veces.
De esos europeos, casta de asesinos y mercenarios, ladrones y piratas está formada la sociedad de los hombres mundanos de hoy. Dueños del refinamiento y la cultura, insisten, ya desde otros lugares pero con el mismo empeño, asegurarse los alimentos, el agua y la energía que les permitirá seguir gastando a cuenta de nuestro destino.
Nos siguen marcando el camino para que sigamos siendo funcionales a sus intereses y lo hacen con la complicidad de los argentinos sin bandera, que en nombre de la libertad, los apoyan.
De este linaje de "argentinos" provienen nuestros hombres de campo. Los que tiran huevos y comen asado. Los que hablan de inversión interna y desde los tiempos de Rosas no pusieron nunca un peso en mejorar la producción ganadera.
No pueden decir que no tuvieron gobiernos que los apoyaran ideológica y económicamente. Desde Martínez de Hoz a Menem. Sólo modernizaron el campo en el 1 a 1, a costa de la descomunal deuda externa que tenemos y que debemos pagar todos los argentinos.
Porque los que se beneficiaron con esa política fueron los que podían comprar, los que podían viajar, los que podían invertir.
Ni usted ni yo, que a los sumo nos compramos un elestrodoméstico, los otrora espejitos de colores de los españoles, fuimos beneficiados con esta política.
Fueron ellos los que tenían sus depósitos en Uruguay o en los paraísos fiscales creados precisamente para esconder un dinero negro que no paga impuestos ni deja renta.
Dejemos la hipocresía de lado, sociedad argentina, los contadores son buenos cuando nos arregan las declaraciones juradas para pagar menos. De donde sale la plata para pagar los sueldos de los empleados informales si no es de las operaciones no declaradas. Piden que las retenciones se cambien y se vuelquen las utilidades en la Declaración de Ganancias, claro, para seguir evadiendo, con la complicidad de muchos que hablan de constitucionalidad y no resisten una simple auditoría.
Esta Argentina del sofisma, de las medias verdades, de la impostura, es la Argentina de la mediocridad, "el medio pelo" de Jauretche, la hinchazón que da volumen pero no tiene sustento y esto es muy difícil de erradicar porque es "cultural" si la palabra cupiera.
Nos deformamos en los lugares donde nos tendríamos que formar. Los colegios te enseñan a multiplicar y cómo pensar. Subterticiamente y tan perfectamente aceitado el sistema, anula el criterio en los educadores y educandos.
Todavía hoy le cantamos un himno a Sarmiento, hombre de buenas letras que cuando se va de la Argentina escribe "las ideas no se matan" en francés.
Es un ícono de la estupidez cultural de la Argentina, solo mirar su aspecto estético para darnos cuenta que nada tenía de europeo y que lejos de considerar la barbarie de su pueblo, debió servir a esa causa bárbara que era infinitamente menos salvaje que la sociedad parisina o inglesa, a la que defendía tanto.
Desde esa historia manipulada por todos lados viene el concepto de libertad y ciudadanía de nuestras clases sociales prósperas, cuya mejor expresión es pertenecer a una rancia "zoncera criolla", que no por remanida, está hoy más vigente que nunca.
