Los consumidores de la información somos los ciudadanos. Este razonamiento simple merece un mínimo respeto. Los personajes que nos habitan son un verdadero conjunto de seres patéticos que se sienten ofendidos entre ellos pero que a modo de vieja costumbre antidemocrática no toman en cuenta al pueblo que está muy cansado de escuchar tanta cháchara vacía de contenido moral, de ánimo democrático y de elevación espiritual.
No se soporta más a la Legrand con argumentos del siglo pasado que condenan un odio que ella misma, desde su tribuna fomenta, como si odiar desde la posición de poder mediático fuera un “odio blanco” mientras que el supuesto odio de las masas fuera un “odio negro”, cuando no, conectados con este color.
Un Leuco desparramado por un delirio psicótico tan similar a la Carrió, tan sin razón, tan sin estilo, haciéndose una autobombo como si fuera un eslabón importante de la cadena de poder (poder de llegada a alguien) y manifestándose un perseguido político como si no hubiera vivido las épocas del la Triple A o de la dictadura, ofendiendo profundamente, porque eso es lo termina haciendo, a los que fueron perseguidos de verdad y cuyos huesos sabe Dios donde descansan o ignorando la tragedia emocional del los hijos robados por una dictadura que contó con el apoyo y la colaboración de muchos de los que hoy hablan y resoplan con su letanía patética llamando a una cordura que no manifiestan y amenazando elípticamente con el remanido discurso de no provocar que pueden volver.
No entiendo el coro repetidor, no es que no lo entienda sino que tanta evidencia descompone, solidarizándose con el oportunismo de Leuco mientras se oculta con el silencio la recuperación del nieto 102, que debiera ser una fiesta en medio de la tragedia, un pequeño rayo de sol que calienta el alma.
Es tan evidente, es tan procaz, es tan extremo que provoca naúseas. Un asco a tanta mediocridad a tanto vuelo corto, a tanta descomposición social de los que no tienen la excusa de no haberse superado debido a la exclusión.