La sociedad es una espectadora obligada de las luchas intestinas y corporativas de determinados grupos de poder que exponen sus intereses de una manera burda y desenfadada.
La gente toma partido por una u otra facción. Sin considerar su posición de rehén, sin intereses propios en juego y según su criterio u opinión personal, generalmente cargada y alimentada permanentemente por los medios, transfiere a modo de derrame una fuerte crispación hacia todo el tejido social que conforma la clase media.
Así observamos un visible encono social, que descalifica y se falta el respeto, en una suerte de convidado de piedra funcional a intereses increíblemente alejados de su existencia cotidiana.
Hay un manifiesto retorno a aquel microclima previo al año 1955 donde la sociedad, psicológicamente analizada, demuestra que no ha terminado de resolver el fenómeno social del peronismo, con todo lo que ello representa.
Así podemos entender el amplio acompañamiento que recibió Menem, cuya imagen más destacada fue su abandono a las banderas peronistas. Esta sola actitud logró aglutinar al conjunto social "antiperonista" en donde sobrevivía la profunda antinomia clase obrera versus oligarquía.
Esta parte de la sociedad se quedó con la falsa idea que las ideas de Perón habían sido derrotadas desde el mismo peronismo, sin considerar que Perón fue un líder emergente, que se identificó con una situación social preexistente. La fantasía de creer en aquel dicho "muerto el perro se acabó la rabia" se apoderó del conjunto y colaboró para que las importantes diferencias que dividían a la Argentina, se escondieran debajo de la alfombra.
El tiempo pasó y como todo aquello que no se resuelve, con el devenir del tiempo y determinadas circunstancias, aflora y vuelve nuevamente a la superficie.
Así se ocultó transitoriamente aquel gorilismo fanático que fue capaz de considerar al pueblo como una masa amorfa, sin posibilidad de tener ideales y mucho menos derechos. Esta ideología del positivismo vernáculo de los '80 fue la base fundacional de la organización político-social de la Argentina y tuvo sus adalides en Bunge, Ponce o José Ingenieros. Éste último en su libro "El hombre Mediocre" nos permite entender cómo determinados sectores sociales entienden a la Argentina.
Esta visión de la sociedad del poder, (visión cultural que aún hoy se estimula y desarrolla), oculta un "gorilismo fanático" que no puede digerir determinados "modelos de país". Por su propia naturaleza, asentada en "valores morales" discrecionales, siente que es lícito y justo pensar y razonar de esa manera.
Por otro lado, la clase obrera es oprimida por una clase media de "pymes", asociadas a este pensamiento aristocrático, que en su posicionamieto se aparta de sus orígenes, soslayando su pertenencia burguesa.
Esta burguesía es la mayor tomadora de empleos y en su seno se encuentra la mayor informalidad. Paga a "piaccere", aprovechándose del momento y provoca en los subordinados un resentimiento reactivo debido a esta explotación que trae la consecuencia natural de la ausencia de derechos.
Esta presión psicológica es posible porque se enlaza, a su vez, con la idea de conservación de los puestos de trabajo y la sobreabundancia de oferta de mano de obra.
Los empleados que están en blanco, mayormente los de las grandes empresas y fundamentalmente los del Estado, tienen entonces el privilegio de su encuadramiento dentro de la Ley y este estado de derecho, establece una nueva instancia de desigualdad entre pares, que beneficia, como siempre, a unos pocos.
Esta sociedad "careta" es la que se expresa en los medios.
Es la protagonista de la crítica y el dedo acusador de la degradación política. Es la que juzga, sin problemas éticos ni escozores, lo que hacen otros, sin mirarse a sí mismos.
Me pregunto cómo hace esta gente para dibujar sus gastos ya que tener un empleado en negro es básicamente evadir. Para tener un empleado en negro hay que tener una contabilidad en negro. Es, por decir así, un primer eslabón de una gran cadena donde los estudios contables acompañan con su talento y complicidad.
El Estado cómo controla el intercambio de facturas que se originan en estos estudios.
La compraventa de facturas es un negocio fenomenal. Allí se reparten las ganancias unos y otros, incluido el contador, en detrimento del Estado que somos todos.
Cómo podemos encontrar la forma de minimizar estas maniobras y achicar la brecha de la injusticia.
Estos, como tantos otros problemas ¿no deberían formar parte de los temas que se tratan en los medios de comunicación?
¿No es el destino primario del ciudadano el derecho a la información?
¿No estaría bueno que estas problemáticas se traten profundamente para entender un poco mejor qué nos pasa y por qué?
La evasión es una puerta abierta a la inequidad. Mientras haya ciudadanos que no entienden qué es ser "ciudadano" seguirá la calesita de la injusticia dando vueltas.
Por qué no dejamos de hablar de la pobreza y empezamos a preguntarnos dónde está el nudo del problema en lugar de hablar de superficialidades momentáneas qeu nos demuestran cada día que hay muy poco periodismo que trabaja en serio.