El doble Standard de una parte de la sociedad que muestra abiertamente su pensamiento como si fuera único y en mayoritaria se contrapone a una mayoría silenciosa y silenciada que no encuentra su cauce natural para expresarse y que va juntando presión como las cañerías tapadas hasta que en algún momento histórico el caño se rompa y derrame su contenido de tanto tiempo retenido.
Durante el siglo XIX y casi todo el XX la Argentina fue signada como un país donde el pensamiento de la izquierda revolucionaria ha significado una mala palabra pero por otro lado se avaló en su seno, sangrientas revoluciones de derecha que ha sido consideradas con muy buenos ojos.
Es necesario analizar profundamente este comportamiento social.
Por un lado, la corporización de un pensamiento “iluminista” cuando no “positivista” acunado en el claustro de una universidad extranjerizante y colonizada que forma "deformando" y desarrolla una suerte de desapego y distancia hacia nuestra cosmovisión.
El criollo fue la fusión de las dos cosmovisiones, una la hispano católica y otra la telúrica. No es verdad que la tradición es la representación de un gaucho, su ropaje y algunas características, eso es solamente un disfraz sin fondo. El criollo, que es nuestra verdadera tradición, es un hombre en el que se ha producido la simbiosis de la cultura hispano-católica previa a las revoluciones y la cultura indígena. Los valores de lo católico en tanto jerarquías y el indio, con una decodificación del tiempo única. No obstante, ambas cosmovisiones no hicieron una aporte idéntico porque lo hispano fue proporcionalmente mayor pero ambas se integraron en forma completa. Un "estar aquí" que se opone al "ser alguien" que viene de los norteamericanos, con un concepto del tiempo como "maduración" que acompaña la interrelación entre una naturaleza pródiga con una conciencia autóctona "que acompaña sin forzar", su desenvolvimiento.
Esta característica hace de América del sur un lugar único y sus pueblos espejan esta distinción. No es casualidad la tendencia de estos pueblos hacia el liderazgo político. El parlamentarismo le es ajeno porque el mismo aparece con la modernidad.
Esta cuestión es muy importante para entendernos desde Perón a Chávez.
La paradoja es que nuestros gobernantes han importado el sistema de representación europeo, transplante que provoca rechazo y para aquietar este rechazo las clases dominantes han aplicado “el garrote”, entre las mayorías populares analfabetas, o “la educación” entre las clases medias y altas.
Por esta razón los universitarios salen con la “renguera histórica” del lavado de cerebro que sufren desde el primer momento. Se cultivan en la ausencia de valores de un pensamiento nacional imprescindible para avanzar en una sociedad mejor que nos incluya a todos.
Los Mitre, los Sarmiento, los Ingenieros, los Romero, los Luna, los Aguinis, los Grondona deberían haber estado acompañados por los Ugarte, los Scalabrini Ortiz, los Hernández Arregui, los Rosa, los Jauretche...
Sin embargo solo pudimos tener acceso a una visión parcial y esta mirada, que no es nuestra sino importada, no fue una mirada buena sino des ideologizante con un profundo rechazo hacia lo nuestro. Una mirada crítica hacia adentro y con ciega admiración hacia todo lo extranjero.
Primero fue Europa y después Estados Unidos.
Pero esta concepción no quedó solamente en la idealización de lo ajeno sino que provocó un “cierto ajenismo”, permítanme el neologismo, que se consolidó por esa ausencia de identificación con el continente.
Es más, siempre se miró a nuestros hermanos de una forma peyorativa y cuando un obrero era lento se le ponía el mote de “bolita”, en referencia a nuestros hermanos bolivianos. Estas y muchas otras actitudes nos pintan de cuerpo entero.
La ausencia, reitero, de esta “cosmovisión” hizo posible que la cultura fuera una acceso al “extrañamiento de sí mismo”, actitud que surge en cada intelectual que habla del “populismo” o de las culturas populares como algo apartado de sí mismo.
*Inspirado en el libro "Hispanoamérica contra Occidente" de Alberto Buela
