Tratar de
interpretar desde la mirada sociológica a la clase media de la Argentina no es un dato
menor.
El episodio
de este viernes, protagonizado por el dirigente de la C.G.T., Hugo Moyano y una
operación mediática, cuando no, de una “supuesta
investigación sobre lavado de dinero que lo involucraría” vía
exhorto suizo, puso de manifiesto cierta vulnerabilidad en la clase media sobre
qué hacer en relación a apoyar o no el paro.
Los obreros
tienen claro a quien tienen que apuntalar, entre otras cosas, porque quienes los
representan son un espejo de su propia naturaleza y no se sienten con dudas
respecto de quién es quién.
La clase
media en cambio, muy permeable al doble discurso, se planta en un lugar donde
por lo menos, demuestra cierta incomodidad.
Pertenecer
al pensamiento nacional y popular requiere como primera medida sacarse de
encima el lastre de una educación discriminatoria que divide a la sociedad
entre civilización y barbarie.
No es
casualidad la visión sarmientina que atraviesa nuestra educación, ni es azarosa
la argumención del libre pensador neoliberal a ese respecto.
El
liberalismo entiende la libertad para unos pocos y la exclusión para el resto
porque sabe internamente que necesita de estos esclavos, que sean siempre
esclavos, para poder mantener sus privilegios.
El hombre
de clase media, que tiene más cerca a la clase obrera, demuestra muchas veces,
una actitud discriminatoria frente a la sola presencia del morocho.
El morocho le produce temor por un lado y
extrañamiento por otro.
El hombre
de clase media no quiere identificarse con este “morochaje” porque él se mira en otro
espejo.
En ese espejo mentiroso de la
vanidad cultural que le hace decir que proviene de la inmigración, como si
provenir de otro continente fuera una virtud en sí misma.
El problema es cultural.
La mirada es cultural.
Si un negrito te roba la billetera con
doscientos pesos es un ser humano descartable que no merece oportunidad.
Por otro lado, tu jefe te tiene “en negro” y te
roba mucho más que doscientos pesos.
No se lo juzga ni se entiende que eso es robo.
Le llaman
evasión, como si evadir no constituyera un robo en sí mismo.
La evasión
no te roba solamente la posibilidad de tener una obra social, un seguro de vida
o una A.R.T., también te roba el futuro porque no te permitirá jubilarte.
Sin embargo la sociedad no condena con firmeza esta actitud y no lo hace porque en definitiva mucha gente de clase media
evade y no se siente “ladrón” por hacerlo.
Hay una
verdad de la que pocos hablan.
El
sindicalismo tiene una fortaleza cuyo origen está en la falta de cumplimiento
de las leyes sociales de parte de los empresarios.
Si el empresariado fuera decente y cumplidor,
el sindicalismo no tendría razón de ser. S es estigmatizado, perseguido y
humillado es precisamente porque aquellos que quieren un país con poder económico
para pocos se sienten molestos con las pretensiones de este sindicalismo.
Cuando uno
se encuentra en una disyuntiva como la del viernes y duda de qué lado debe
estar el ejercicio que nunca falla es mirar quiénes son los que condenan a
Moyano.
Más allá de la simpatía o antipatía que se tenga por el personaje, no
hay que perder jamás de vista quienes
son nuestros verdaderos enemigos.
Menos
prurito y más conciencia nos vendría muy bien si queremos participar y
protagonizar la profundización de un modelo nacional y popular.