Si yo fuese Peronista
Sería todo tan simple si yo fuese Peronista.
Me sobrarían relatos, frases,
canciones y amigos….
cientos de ellos.
Amigos de los que ríen,
de los que cantan y gozan.
Amigos de a centenas.
Amigos, que no es poca cosa.
Si yo fuese Peronista, sepa usted,
caminaría siempre con la frente en alto.
Orgulloso de un pasado que apenas
registran libros,
pero que las calles cantan.
Calles que, con sus rincones,
son Peronistas
y esperan el regreso de Perón.
También la esperan a Eva.
Si yo fuese Peronista viviría
enamorado.
No me preguntes por qué,
ni me preguntes de quién,
es condición
natural de quien sea Peronista
profesar amor eterno… y abrazarse en demasía.
Digamos, tocarse es de Peronistas.
No confundir con "touch and go",
eso es para gorilas.
Si yo fuese Peronista, sería de Perón y
Evita,
también de Cristina y Néstor… y de Montoneros.
Sería entonces, la
síntesis,
luego de cruentas batallas y contradicciones claras.
Contradicciones,
por cierto,
que son condición humana y no solo Peronista.
Si yo fuese Peronista, viviría en Perón
al 100.
Contrafrente sin balcón.
No importaría ya nada,
si fuese a vivir en
Perón al 100.
Sería un lugar en el mundo,
una suerte de refugio,
donde
dedicaría horas a pensar en Perón.
De vez en cuando un buen vino,
con amigos
por supuesto,
al grito de ¡Viva Perón!…
y ¡Carajo! para completar…
y para
espantar a "esos" vecinos.
Si yo fuese Peronista, y aclaro…
yo no
lo soy, leería (mucho y seguido) las cartas del General.
Agitaría los brazos,
caminaría cortito,
reiría, putearía…
para luego, en soledad,
llorar envuelto en
recuerdos.
Recuerdos de Peronistas,
de amigos que ya no están,
de un país muy
diferente,
de sonrisas que brillaban…
un país de San Perón.
De Santa Evita
también!
Si yo fuese Peronista
el menemismo
sería la imperdonable traición.
Casi peor que el exilio,
peor aún que la
muerte...
de aquellas muertes continuas, que no dejan de ocurrir.
Si yo fuese Peronista,
y escúcheme bien
señora...
no se asuste, pero escuche (o lea llegado el caso),
si yo fuese
Peronista,
por Cristina daría la vida,
como muchos la dieron por Perón.
Sin
vueltas, sin eufemismos…
ni recular en chancleta.
Al fin y al cabo,
la entrega
es motor del Peronismo.
Pero no soy Peronista…
¿según quién?
según Duhalde, Solá, De Narváez, Reutemann y un tal Das Neves.
Según ellos, y
otros más,
soy una cosa molesta.
De esas que generan ronchas.
De las que rompen
los huevos.
De las que no deben ser.
Que ya se daban por muertas.
Si hasta Aguinis vocifera que:
¡Esto no
es Peronismo!
¡Mamita!
¡que mal estamos!
Pero yo soy Peronista,
les guste o no a
los nombrados.
Peronista de Perón,
de Evita,
de Montoneros,
de Néstor y de
Cristina.
De todos los compañeros
que conforman nuestra historia.
Esto somos, esto fuimos,
eternos en el
viento que nos sirve de ladero.