Muchas veces, analizando el comportamiento de la sociedad mediatizada, me pregunto hasta donde se puede llegar con la banalidad.

Se ha criticado hasta el hartazgo la respuesta de Maradona hacia el periodismo, en una actitud corporativa muy frecuente, pero cuya raíz está en la aprobación que el entrenador ha manifestado hacia la posibilidad de democratizar la transmisión del futbol.

No me vengan a hablar de educación, de "no se cómo explicarle a mis niñas" porque el periodismo está siempre en la picota y no es casualidad.  La mojigatería adrede, es una nueva especulación mediática donde se ve a los periodistas como burdas "vedetongas" victimizándose como criaturas.

No justifico la falta de respeto.  Ni de uno ni de otro lado.  Tampoco olvido la forma en que el periodismo deportivo trató a Bielsa cuando no les daba las respuestas que esperaban.  Allí no importó la caballerosidad del susodicho, ni su corrección, ni su humildad.  Lo defenestraron sin medir consecuencias y ahora cuando reciben de su propia medicina se escandalizan sin vergüenzas como si fueran varones "santos" al servicio de una causa noble, injuriados y avasallados como nadie.

Suben la apuesta de la ofensa y esgrimen el papelón mundial.

Como si la Argentina, de repente, viviera de la opinión de los otros. 

La fama que tenemos en el mundo la hicimos los que viajamos a distintos lados haciendo "papelones".  Es una fama justa y merecida. 

Me sorprende ahora que los periodistas se preocupen por lo que piensan de nosotros en otros lugares. 

Miren a Bielsa y el respeto que le tienen los chilenos.  Un respeto que se ganó como profesional y que acá, en su propia tierra, no tuvo.

Así que dejen la parodia corporativa, trabajen seriamente, que les hace falta y mucho.

Ciertas manifestaciones son más grotescas en la actitud de "ofensa payasesca"  del receptor que la expresión misma en la boca del propio Maradona.