¿No ha llegado el momento de permitir que la memoria fluya para dejar paso a la historia?
La memoria trae a la superficie el afán de venganza. Un revanchismo siempre presente que no nos permite mirar el horizonte ni entender por qué nos pasa lo que nos pasa.
La historia en cambio, es el lugar de la ausencia de pasión. Un espacio para la reflexión que pondera los sucesos desde el verdadero lugar que ellos tienen.
En la memoria hay exaltación del odio.
En la historia se fortalecen los valores de los hechos.
La memoria produce un anclaje que paraliza el tiempo y no nos permite avanzar.
La historia rescata los orígenes y la evolución del hombre ubicándonos en equidistancia con la totalidad de una realidad, que muchas veces no queremos aceptar, pero nos abre los caminos del entendimiento.
En una Argentina fragmentada, inserta en la veneración de una memoria permanente, no me sorprende que estemos estancados haciéndonos los mismos interrogantes que hace cincuenta años.
Dejemos correr los hechos, liberémonos del lastre que mortifica la mirada para que livianos de enojo, permitamos a la historia ser la protagonista de los acontecimientos del pasado.
Los muertos son siempre muertos no importa de que lado de la ideología estén.